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jueves, 23 de mayo de 2013

Omnia Mea Mecum Porto


              Pasé muchos días pensando sobre porque debía compartir todas las experiencias y reflexiones de este viaje abiertamente a quien quisiera leerlas. ¿Qué busco? Me daba miedo la idea que fuera algo empujado por una motivación meramente egocéntrica, que fuera un ladrillo más en la construcción de ese personaje que todos mostramos a la sociedad.
 
                Fue el brillo en los ojos de la gente con la que hablo lo que me convenció que esta historia le podía servir a alguien. ‘Somos como un cometa que pasa’ me dijo Noemi en la ciclo-oficina de Monterotondo.  Me dí cuenta que tenía que asumir mi rol como un pequeño agente de cambio, tengo un mensaje para dar, no solo contar sobre paisajes. Ese debía ser el objetivo de este rinconcito que tengo en la web.

Pero, ¿cual es ese mensaje que tiene para dar una persona que se lanza a viajar en bici por el mundo, sin un rumbo fijo, sin tiempos?  No encontraba una respuesta que no me llevara menos de unos cuantos minutos de explicación, hasta que una agenda ecológica me regalo la frase perfecta: ‘OMNIA MEA MECUM PORTO’ . Fue la respuesta que dió el filósofo griego Stilpo al tirano Demetrius . Este último acababa de conquistar la ciudad sagrada de Megara y se soprendió al ver que, a diferencia del resto, Stilpo la abandonaba sin nada más que un libro bajo el brazo.

‘Todo lo que es mío lo llevo conmigo’ no solo es la motivación sino también la mayor enseñanza que he tenido en este viaje. Es fortaleza que florece en el espíritu al comprender el poder que un simple hombre posee. Nace de abrazarse a las cosas realmente importantes, tirando la pesada mochila de las banalidades, los ‘deberías’ y todos los miedos que lo acompañan.

‘Todo lo que es mío lo llevo conmigo’ es una invitación a correr velos, mirar el mundo con los ojos de hombres dignos y libres frente a millones de caminos y oportunidades.

No me paro desde un escalón a darle clases a nadie. Comparto lo que siento y eso es lo que siempre encontrarán en este espacio, llena de contradicciones y luchas internas, mi búsqueda por caminar la vida como lo hizo Stilpo.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Al fin un poco de Inspiracion vol 4


   Hace 500 años atrás, contemplando este mismo mar, miles de esclavos amontonados y en condiciones inhumanas esperaban en cuevas la llegada de un barco que los llevaría al nuevo mundo.  Fue la costa de Ghana una de las primeras en ver salir estos hombres cuyo futuro lo decidían otros semejantes que se creían una raza superior. 

Paradójicamente hoy, pisando esa misma arena, mirando ese mismo sol, escribo las páginas de mi vida donde, en un canto a la libertad, cada mañana tomo las riendas y reinvento mi destino, me paro en la cornisa, para sentir la adrenalina de no saber que hay mas allá. 

                Es un gran desafío para mi este cuarto mail. No quiero aburrirlos con historias repetidas, no quiero empacharlos con sensaciones ya descriptas anteriormente, solo quiero que se suban un rato a mi bicicleta. Tomen fuerte el manubrio, esto es África:



Diamantes de Sangre

                Diez años pasaron desde que la feroz guerra civil terminó en Sierra Leona, conocida mundialmente por la película que protagonizara Di Caprio (Diamantes de Sangre). Rebeldes, mercenarios y ejércitos peleando por el control del país (y la producción del bello cristal obviamente). La vuelta a la democracia es un largo proceso por el que muchos de los países que visité están transitando. En su mayoría siguen siendo tremendamente frágiles y tiemblan en tiempos de elecciones, que, afortunadamente en el caso de Sierra Leona, fueron el año pasado y la paz fue la que dominó la escena.
                Es curioso que lo primero que uno se encuentra al entrar en este pequeño país es con un gran cartel de preservativos femeninos. Tal vez con la idea de marcar distancia con sus vecinos del norte, donde todas las campañas contra el SIDA hacían foco en fidelidad y abstinencia.
                La primera noche fue en un pequeño poblado a kms de la frontera. Luego de tener la aceptación del 'Chief' de la aldea, su  hijo, un profesor de escuela, nos invitó a quedarnos en su casa. Nos comentó que estaba construyendo unas habitaciones detrás de su actual casa, para lo cual tenía treinta alumnos de entre ocho y doce años trabajando, trayéndole agua del río para la fabricación de ladrillos de barro. Fue la primera vez que entendí como en esta cultura se podía dar un fenómeno como los ejércitos de niños. Con una obediencia debida a los gritos, los chicos iban y venían hasta el río que estaba a unos cuantos metros, cargando pesados baldes en la cabeza. Por suerte el día terminó con todos dándonos un buen chapuzón en el agua!.

              
  El siguiente día llegamos a Freetown, la capital. Bañada por el océano Atlántico, emerge sobre una montañosa y verde península. Las casas trepan hasta grandes altitudes, formando un gran anfiteatro con hermosas vistas al mar. Lo primero que me llamó mucho la atención fueron los muros con sus alambres de púa. Decoran prácticamente todos edificios y transmiten una sensación de alerta, de gran inseguridad. Tal vez son solo esqueletos de un pasado violento, pero siguen allí, fríos, marcando los límites, como si se estuviera en un gran campo de concentración. Otra particularidad es que con sus millones de habitantes y todo, por la noche Freetown es tan oscura como cualquier aldea, producto también de la guerra y el colapso del sistema eléctrico.

 
                Las ONG´s y la ONU son grandes actores en la ciudad. Los primeros son los que forman la comunidad de los 'expats' (expatriados). Blancos que se mueven en 4x4, tienen supermercados con aire acondicionado lleno de productos importados, restaurantes y bares exclusivos. Por otro lado los cascos azules se pasean con ametralladoras y jeeps de guerra, dándole el toque bélico a la postal (Sierra Leona albergó durante la guerra la más grande misión de la ONU en su historia).
                Después de unos días haciendo visas para los próximos países nos escapamos a las playas de la península, de las mejores de África y para mi particularmente, de las mejores que he visitado. La primera parada fue en River N°2, un pequeño pueblito pesquero en la desembocadura del río en el mar. Armamos las carpas bajo unos huts de hojas de palmera, a menos de diez metros del agua, sobre la arena blanca. De fondo las montañas cubiertas de jungla, adelante el océano verde, infinito. No se le puede pedir mucho más a la vida.
                En esta playa conocimos al tercer mosquetero. Jon es del país vasco (no se te ocurra decir español), navegó en un velero hasta Dakar y después siguió en bicicleta. Estos días estaba con un poco de fiebre, dos semanas después, en Liberia, le diagnosticarían Malaria... aún así pedaleó como un campeón.
                El último día en River N°2 esperamos la llegada de los pescadores por la mañana, compramos dos ejemplares bien frescos y se los dimos a una de las señoras del pueblo para que lo cocine. Con una salsa típica de maní y mucho arroz, mi paladar se deleitó con el mejor plato que he comido en estos meses.
                La siguiente parada fue en Bureh Beach, a unos pocos kms de la playa anterior y aún más paradisiaca. Es difícil encontrar en el mundo un lugar como este sin explotar turísticamente, tuvimos la suerte de disfrutarlo antes de que el inevitable boom hotelero llegue.
                Inglaterra, al igual que Francia, mantiene sus ex-colonias vigiladas bien de cerca, hay mucho negocio por hacer, intereses por conservar. El fin de semana soldados y empleados de compañías inglesas (principalmente mineras) radicados en Freetown se juntan en la playa. Mostrando toda su opulencia y poder de consumo occidental, toman alcohol hasta no poder moverse, gritan y ríen, rodeados de mujeres negras que por unos leones (moneda local) ofrecen su compañía. Me da un poco de vergüenza, pero también satisfacción de no sentirme parte.

                
    
    Los próximos días de pedaleo nos alejamos del mar, dirección sudeste, camino a Liberia. Fue uno de esos días que, luego de tres meses ininterrumpidos de sol, finalmente llovió. Era ya la tarde, las nubes comenzaron a cubrir el cielo. Para mi era un espectáculo, como si de repente se cambiara el color de tu departamento, mi cielo raso estos meses no fue otro que el cielo y hoy, por primera vez en mucho tiempo, no estaba azul. Mientras las nubes oscuras se acercaban el frio viento que anuncia tormenta empezaba a soplar. Empezamos a buscar un lugar donde parar. Ya habíamos hecho más de cien kms, se venía el agua y era el cumpleaños de Jon, había que festejar! No alcanzamos a abrir las Star (cerveza local) que empezó a gotear. Bajo la lluvia brindamos, por Jon, por la vida y por la refrescante lluvia que nos regalaba.
                A medida que nos acercamos  a la  frontera el camino se hacía más y más difícil. Barro rojo, charcos que parecen lagunas, pozos, subidas y bajadas, todo en medio de una densa y hermosa jungla. Pasamos por una reserva llamada Tiwai Island, una isla que tiene una de las mayores concentraciones de monos por km cuadrado del mundo.
                Finalmente y con mucho esfuerzo llegamos a Liberia. En Monrovia (la capital) tuvimos la oportunidad de ver Diamantes de Sangre. Fue increíble poder sentir y entender tanto más de la película de lo que comprendí hace siete años, la primera vez que la vi. Ya no era una película más de Hollywood sobre un loco país africano. Los paisajes y la gente me resultaban cercanos ahora, el conflicto que trata la película también. Aún así, entendiendo el contexto, me resulta incomprensible como el hombre puede llegar a semejante niveles de violencia y crueldad como los que vivió Sierra Leona en aquellos años.


La Tierra de la Libertad

                Liberia es uno de los pocos, sino el único país africano jamás colonizado. Su origen se remonta a los años en que la esclavitud se abolía en el norte de los Estados Unidos. Había que hacer algo con los  nuevos esclavos libres. 'Mandémoslos de vuelta' habrá dicho algún consejero de Lincoln. Así llegaron miles de personas a la costa de lo que hoy es Liberia. Lo particular de la historia es que estos nuevos hombres libres que volvían al continente de sus ancestros no tuvieron mejor idea que oprimir y esclavizar a los pueblos originarios que ya habitaban estas tierras. Se daba así origen a un conflicto que terminó, al menos en su forma bélica, hace unos pocos años, luego de una terrible y prolongada guerra civil.
                El recorrer un país que lucha por darle un sentido a la existencia de un estado es realmente interesante. El ejemplo más claro y directo esta en la calle, con una cartelería que busca educar cívicamente a los liberianos. 'Votos en lugar de armas' dice el repetido cartel que muestra urnas y escopetas. 'El policía es tu amigo', 'La Guerra terminó', 'Paga tus impuestos' o 'Tus impuestos trabajando'. Todos dan una idea de un trabajo de reconstrucción del Estado. Esta difícil tarea la tiene un gobierno que ganó unas elecciones bañadas de sangre y que voto solo el 30% del padrón.
                Al igual, o aún peor, que en Sierra Leona, los muros, alambres de púa, NGOs  y los cuarteles de la ONU son los que dominan la escena, especialmente en Monrovia.

               

  Las marcas de la guerra se ven en todos lados, un sistema eléctrico inexistente, rutas y edificios destruidos. Este es el caso del gran Hotel África, hoy solo un elefante de cemento completamente en ruinas, ayer, el lugar que albergaba pudientes visitantes de un país que era rico pero para algunos pocos. Uno puede entrar, pasearse por lo que era el lobby, la pileta, como si se estuviera dentro del Titanic. La guerra se encargó de saquearlo y dejar en penumbras lo que antes brillaba. Justo en frente, y para hacerte sentir un poquito más en carne propia lo que se respira en la guerra, un cuartel de la ONU con torres, bolsas de arena y pakistaníes cargando armas de largo alcance terminan de decorar el paisaje.
                En el plano económico la historia es repetida. Como escribí en mi último mail, en tierras que deben ser las más fértiles del planeta se produce solo para comer (salvo unas grandes plantaciones de caucho de Firestone). En este sentido me encontré con un programa del gobierno con unos afiches por demás ilustrativos. 'Farming for Business' dice el lema. En el cartel se ven dos imágenes, un señor que sembró la tierra en abundancia y pensando en hacer negocios, por lo que está con una sonrisa, bien vestido y con empleados que cargan el camión de mercadería. El segundo solo produjo para subsistir y la imagen lo muestra sirviéndole comida de una cacerola a sus hijos, con las ropas gastadas, más parecido a lo que se ve en la calle. El primero es un capitalista, el segundo sigue haciendo lo que se hizo siempre en África.
                Algunas de las aventuras recorriendo este país.. mas abajo.


Habemus Papa

                Robertsport era la primera parada en Liberia. Para llegar tuvimos que tomarnos unas pequeñas canoas artesanales, cargando todo en ellas para pasar un lago que justo aquí se conecta con el mar. En el pueblo desembarcamos frente a unas oficinas del Ministerio de Agricultura. Nos miraban con asombro, tres blancos bajándose de dos canoas cargadas de bicicletas y bolsos. Nos presentamos con las personas que allí estaban y de paso les pedimos si podíamos tirar las carpas. 'Yo soy Jon de España' dice el vasco en ingles mordiéndose la lengua, 'Markus de Alemania' y 'Pablo de Argentina' digo, esperando el clásico 'Ahhhhhh Lionellll Messsssii' , pero no. 'El país del nuevo Papa' me dicen. ' Nuevo Papa?' pregunto, ' Sí, sí, el nuevo Papa es de tu país'. Y  Messi descansó en paz, al menos por un día.


Elige tu propia aventura

                Todavía no abrís los ojos, pero ya sabes que es de día. Escuchas un gallo que hace ya un rato interrumpe tu sueño, seguido de los cierres de una carpa. Es tu amigo alemán Markus, que, como siempre, se levanta antes que vos. El dormir sin cubre-lluvias te permitió disfrutar de las pocas brisas que ofrece la noche africana y del más espectacular cielo, pero por las mañanas no hay nada que detenga los primeros rayos del sol.
                Entre tanta luz y ruido te terminas de despertar. Miras el velocímetro, son las 6:30, arriba. Enrollas el aislante azul, el que cargas desde los campamentos del secundario, no entendés como sobrevivió ni como podes dormir diez horas en algo que nada se diferencia del suelo, será que los colchones son un invento de hace unos pocos años, pensás, mientras terminas de guardarlo.
                Te empezás a vestir para otro día de pedaleo en el oeste africano. Estás a dos días de la frontera entre Liberia y Costa de Marfil. Agarras tu remera de lana, esa que te protege del sol, ya tiene sus marcas, son casi siete meses de uso diario. Te acordás del poema que la acompañaba cuando te la regalo tu viejo, hablaba de una armadura, vaya si lo es, también te regalaba su complicidad.
                Un chino en boxers interrumpe tu flashback. 'Good Mourning' te dice en un ingles muy rustico. Respondes con una sonrisa. Es uno de los cuatro chinos de la FAO que te dejaron armar la carpa al lado de su casa. Están aquí para enseñar a los locales a producir alimentos.
                Desarmas todo casi de memoria. Sabes que el cepillo de dientes va último y que la bolsa de dormir va en la misma alforja que las zapatillas. Cualquier cambio significa que ya nada entra. Cargar todo lo que necesitas para vivir en tres bolsos tiene cierta ciencia en el armado.
                Mientras preparas la bici hablas con Markus. Hoy es un día relativamente tranquilo, solo 90 kms de asfalto, que en África significa 30% asfalto, 40% asfalto con cráteres y 30% directamente tierra.
                Foto con los amigos asiáticos, cargas tres litros de agua hervida que te regalan y a la ruta. Vas hasta el pueblo a tres kilómetros a desayunar algo. Encontrar té o café no es siempre fácil. En este caso solo hay 'Atay' (té verde muy fuerte) con mucha azúcar. Le agregas unas bananas y tenés un perfecto desayuno. A pedalear.
                Hace calor, la ruta es un sube y baja constante y la humedad de la jungla se siente. Los músculos todavía duelen del día anterior y tardas un rato en entrar en ritmo de nuevo. Pasan dos horas y estas necesitando un parate. Hay un techito de paja y debajo venden frutas tropicales. Sentados bajo la sombra, vos y tu amigo se comen una enorme ananá por menos de un euro.
                De nuevo en la ruta sos una celebridad. Como la reina de la primavera vas regalando sonrisas y saludos a tu paso. Los gritos vienen de todos lados, ya estas un poco cansado de ser el centro de atención pero lo aceptas como parte del combo que compraste.
                Enchufas el mp3 que te regalaron tus amigos del trabajo antes que emprendieras esta aventura. Suena Pink Floyd con 'The great Gig in the Sky'. Con el cielo azul de fondo, vas pasando por aldeas rodeadas de plantas de banana y mangos que cuelgan como adornos de navidad. El contexto y la canción hacen que te pierdas en tu cabeza. Pensás en el milagro que estés ahí en ese momento. Todas las cosas que ocurrieron y las que no. Estarías allí si esa mañana, que volviste a recordar lo hermoso que era pedalear, tu amigo Carlitos no te decía 'Anda a darte una vuelta en mi bici que tengo que leer para la facu'? . Te vas mas lejos, estarías allí si esa tarde bonaerense aquel joven estudiante de agronomía no hubiera tenido el coraje de ir a hablar con su compañera que tanto le gustaba (que después sería tu madre)?. Y más aún, menos mal que el tatarabuelo zafó de la peste esos años difíciles en Italia pensás... uffff.. ' Somos los boletos ganadores de la lotería' dice Jostein Gaarder... que loco.. ser consciente un ratito de ello te roba una gran sonrisa, como si nada pudiera ser mejor.
                La subida se hace larga y te corta la inspiración. No podes parar de transpirar, el termómetro marca 39°. Tomás un poco más de agua y a seguir empujando.
             
   Llegas a un pueblo después de unos 60 kms.  Son las dos de la tarde y hay hambre. Después de unos quince minutos preguntando donde se puede comer encuentran una 'mama áfrica' que tiene arroz con salsa de hojas de mandioca. Es lo que venís comiendo hace dos meses pero siempre lo encontrás exquisito. Sos un paladar fácil después de pedalear tantas horas. Te sentás en un banquito en la calle y te deleitas con tu almuerzo. No pasan cinco minutos que tenés diez personas alrededor, algunos solo te miran, otros te preguntan cual es tu misión en Liberia. Acá no hay turistas. El primer  murmullo general es cuando les decís que venís pedaleando desde la capital, cuando contás la historia completa es aún peor. Hablan entre ellos mientras terminas tu arroz, sabes que hablan de vos sin entender que dicen, pero ya estas acostumbrado.
                Arriba de las bicis nuevamente. Te despedís de los curiosos y cargas agua en el pozo del pueblo, ya te tomaste toda el agua que tenías. Faltan los últimos 30kms, último tirón.
                La tarde se hace larga y si bien el sol empieza a aflojar la cabeza ya quiere llegar. El mp3 se descargó por lo que, aburrido, empezás a cantar. Es tu mejor reproductor musical, de repertorio infinito y batería inagotable. Esto despierta sonrisas en los locales que probablemente ahora piensan que todos los blancos cantan así.
                En la ultima ciudad te comes un pescado cocinado a las brasas en un chulengo y salís a buscar un lugar donde armar campamento antes que oscurezca. La ciudad no es muy amigable y deciden probar en las afueras. En las primeras casas no tenes suerte, ni siquiera entienden lo que querés. Siguen unos kms y de nuevo. Esta vez hay que hablar con el 'Chief' (sería como el cacique o jefe). La ceremonia es siempre la misma y ya la conocen de memoria: Primero se visita la casa del 'Chief', que obviamente no está. Sillas o banquitos para los aventureros y te ofrecen agua para tomar. De a poco la aldea te rodea, todos te miran, sonríen, algunos bebes lloran. Después de unos minutos llega el ´Chief`'. Es viejo y no habla ingles. Uno de los más jóvenes hace de traductor. Vos y tu amigo se presentan, cuentan que hacen allí con unas veinte personas de espectadores. El Chief escucha atento la traducción y luego de unos minutos de deliberación acepta.' Pueden instalarse donde quieran'. Ahora empieza la segunda parte del show. Buscas un lugar para acampar, siempre rodeado de una docena de curiosos. Sacas la carpa y aparece aún más gente. Una vez todo armado te ofrecen un balde de agua.. es la gloria misma después de un día de tanta transpiración. Markus va primero. Unos diez minutos después te toca a vos. Desnudo en cuclillas te tiras agua fría en el cuerpo. Increíblemente solo medio balde te es suficiente para bañarte. Cuanto derroche requiere nuestro confort... pensás mientras terminas de secarte. Fresco te pones tu remera y pantalón más limpios (limpieza relativa, más limpio que la ropa que usas para pedalear pero lejos de los estándares de lo que se entendía por limpio en tu vida normal).
                Entre una cosa y la otra se hicieron las ocho de la noche. Todavía queda gente mirando las carpas, pero la mayoría ya se fue. Estás cansado. Tomás la pastilla para la malaria, te lavas los dientes y te tiras en la carpa. Hace mucho calor. Apoyas la cabeza en tu 'almohada' (funda de bolsa de dormir rellena de ropa) pero no logras dormirte. Pensás en que lindo sería que tu familia y amigos vivieran en carne propia lo que es el día a día de esta aventura africana. . Bajo la luz de la linterna, sacas cuaderno y lapicera  y te pones a escribir lo que pasó hoy.


Clandestino

                Voy a contar lo que fueron los días más difíciles en el África sub-sahariana. No me enorgullece, pero lo volvería a hacer, pues no me tenía mucha opción.
                La historia comienza en Sierra Leona. Nos llega el rumor de que la frontera entre Liberia y Costa de Marfil estaba cerrada, lo cual implicaba un cambio de planes en el itinerario. Googleamos y efectivamente un problema con rebeldes había llevado a Liberia a cerrar las fronteras en Octubre 2012. Preguntamos en la embajada de Liberia antes de hacer las visas y listo, pensamos.
                Una vez en la embajada nos dicen que las fronteras estaban abiertas, que no pasaba nada y se podía cruzar a Costa de Marfil sin problemas. Hicimos las visas, el plan original Sierra Leona-Liberia-Costa de Marfil seguía en pie.
                Con los días nos olvidamos del problema. En Monrovia (Liberia) hicimos las visas para Costa de Marfil sin sobresaltos y nadie mencionó nada sobre las fronteras.

              

  Después de pedalear una semana, los últimos dos días por caminos de tierra y piedra en terrible estado, subidas y bajadas tan empinadas que por momentos obligaban a empujar la bici a pie, llegamos al cruce de frontera. 'Esta frontera está cerrada y no hay forma de que pasen' nos dice de muy mala manera un oficial de inmigraciones desde su camioneta. 'No pierdan el tiempo por que no van a pasar' siguió. La bandera de Costa de Marfil flameaba a 50 metros de donde estábamos parados.
                Sentados al lado del edificio de inmigraciones, cansados, empapados por la transpiración, no sabíamos que hacer. Jon y Markus tenían visas validas para entrar a Guinea, por lo que solo habían hecho unos días de pedaleo gratis pero podían subir hasta el país vecino para luego entrar desde allí a Costa de Marfil. Quien les escribe no solo ya había usado su visa de entrada única a Guinea, sino que no tenía más hojas en el pasaporte en caso que pudiera hacer otra.
                Que hacemos? Treinta minutos sentados sin hablar. Yo mordía bronca y nervios, esperaba darle lastima a algún oficial para que nos deje pasar... Nada pasó... Ya no tenía más ganas de pedalear, menos por las rutas que veníamos transitando. Volver hasta la capital para probar suerte en la embajada de Guinea y que me pusieran una visa en una de las tapas era al menos una semana y de resultado incierto. Otra opción era entrar ilegalmente a Guinea. Yo era el único con problemas y la frontera estaba a un día de pedaleo. Decidimos probar esto último.
                Los caminos de tierra estaban en tan mal estado que en toda una mañana transpirando alcanzábamos los 30 kms, A eso de las tres de la tarde llegamos a la frontera, yo era una bola de nervios.
                Que hacemos con los oficiales de Liberia? Les explicamos el problema o nos hacemos los tontos? Si me sellaban la salida de Liberia pero después no podía entrar en Guinea me quedaba a vivir en tierra de nadie. Expliquémosle dijimos, seguro nos entienden. Inocentes.
                Apenas les comentamos un poco cual era el problema que teníamos, el oficial a cargo nos llevo a un cuartito. No sonríe, la cara es la del típico malo de telenovela. Se sienta, otro oficial de uniforme lo sigue, cierra la puerta y se le sienta al lado. 'Dame USD 150 y te escolto hasta la frontera de Guinea'. La cagamos pensé, la cagamos mal, vieron el negocio al instante, que inocentes!... Ahora no solo había que sobornar al oficial de Guinea para pasar sino que también los de Liberia querían plata.
                Después de discutir  un rato la estrategia (y por suerte los chicos tenían teléfonos!) decidimos que Jon iba a ir hasta Guinea, el podía entrar sin problemas. Desde allí nos iba a averiguar si podíamos pasar con mi pasaporte sin visa y de acuerdo a lo que le digan seguimos.
                Fueron quince, veinte minutos donde yo no tenía más uñas para morder... el teléfono suena.. no escucho bien pero entiendo que Jon me dice 'No les pagues, acá lo arreglamos', 'No se bien el precio pero acá lo arreglamos'. Al rato me llama de nuevo 'Por unos USD 80 pasas acá sin problemas'. Osea que nuestro amigo de Liberia nos remarcaba un 100% solo para dejarnos salir.
                Ahora venía lo más difícil, me tenía que sentar con el oficial cara de malo, explicarle de alguna forma que no le iba a pagar su coima pero que iba a pasar igual. Se me ocurrió decirle que había una extensión de mi visa posible en la frontera. Nuevamente en el cuartito la guerra empezó. 'Me acaba de llamar mi amigo, me dijo que puedo hacer una extensión en la frontera, asique solo necesito que me sellen la salida'. Ellos saben que esa extensión no existe, pero no pueden hacer nada. Con tremenda cara de enojo y un negocio que se le empieza a escapar me dice: ' Yo no te puedo dejar salir sin visa, si querés salir tenés que pagar'. Luego de diez minutos discutiendo, pidiéndole por favor que haga su trabajo y selle, el hombre aceptó la derrota. Mis nervios estaban por las nubes. Agarramos las bicis, bajaron las cadenas y salimos de Liberia... que alivio fue cruzar... me sentía rehén del oficial de turno.
                Después de unos kilómetros donde yo era pura adrenalina llegamos a Guinea. Jon nos esperaba sentadito. De nuevo oficina, esta vez con el jefe de Policía. 'Son 500.000 Guinea Francs'. Le pagamos. Este por lo menos era simpático. 'Tienen que ir directo a la frontera de Costa de Marfil, no anden dando vueltas por ahí'. Ya estaba oscuro, así que decidimos pasar la noche en la escuela del pueblito fronterizo y la mañana siguiente salir.
               
En esta región Liberia, Costa de Marfil y Guinea tienen una triple frontera, marcada por el Mt. Nimba. Nosotros le estábamos dando toda la vuelta. La siguiente mañana de pedaleo fue en un escenario increíble. Con el Nimba a la derecha vigilando, una carretera angosta de ripio rojo que se paseaba por aldeas bien tradicionales. Una mañana perfecta para estar arriba de la bici.
                El estar 'flojo de papeles' no me dejaba la cabeza tranquila. Cualquier check point militar o policial podía volverse un gran problema, yo estaba sin sello de entrada al país ni visa.

              

  Finalmente, y con fortuna, llegamos hasta la frontera de Costa de Marfil sin sobresaltos. Había que pasar solo el último obstáculo, el sello de salida. Pusimos mi pasaporte último para que el chequeo llegue menos riguroso. El oficial de Guinea es bastante charlatán, Jon habla francés y lo mantiene distraído. Sella rápidamente los tres pasaportes con la salida. 'Ya está' pensé... pero no. Los toma de nuevo, el mío primero, y empieza a revisar hoja por hoja... que busca? Me preguntaba mientras se me paraba el corazón. Le empecé a hacer señas a Jon para que le siga hablando, pero Jon ya no sabía que tema sacarle. 'Busca el numero de pasaporte?' Le pregunta Jon después de unos segundos que se hacían eternos, 'está acá' mostrándole la primer pagina. Parece que efectivamente era lo que buscaba, anotó en su libro de  salidas y lo dejó a un costado. Lo mismo con los otros dos y 'Bon Voyage'...el alivio fue inexplicable. Rápidamente cruzamos la frontera. Una vez en Costa de Marfil, todo en regla nuevamente.
                Esa tarde, cuando me relajé, levanté fiebre. Pensamos que podía ser malaria. Ahora con el tiempo entiendo que no, era mi cuerpo haciéndome saber que África me había llevado al límite físico y psicológico.


Infinita Estupidez

'Hay dos cosas que son infinitas, el universo y la estupidez, pero no estoy tan seguro de la primera' A. Einstein

Basilica de Yamoussoukro


               Muchos nos enteramos que existía un país que se llamaba Costa de Marfil cuando apareció en el grupo de Argentina en el mundial de Alemania 2006. Su historia no es muy diferente al resto y está marcada por la guerra. El norte, pobre, formado por inmigrantes de países islámicos se pelea con el sur, rico y católico. En este contexto, un presidente quiso marcar terreno. Decidió que su ciudad natal tenía que ser la capital, la llenó de avenidas de seis carriles y construyó una basílica apenas más chica que la del Vaticano ( a pedido del Papa). En un país donde las necesidades abundan, caminar por Yamoussoukro es una invitación a vivir la estupidez humana. (Eviten comparaciones con Santa Cruz)


Días de Locos

                El centro de los rebeldes (el bando del norte) durante la guerra civil fue la ciudad de Bouake. Fue también en esta ciudad donde nos tocó vivir una experiencias muy lindas, en unos días de locos!.
                Markus venía juntando donaciones en su blog para un hospital psiquiátrico, donde atienden enfermos de todo el país. Debido a las tradiciones y creencias en las aldeas, los esquizofrénicos reciben un trato terrible, que incluye encadenaciones, golpes y hasta expulsión de las aldeas. El hospital St. Camille los recibe y brinda tratamiento casi gratuito.
              

  Bouake es una ciudad que no tiene mucho atractivo más que edificios destruidos por bombas. Fuimos hasta allí solo para visitar el hospital. Sorprendidos, al llegar, tenemos una recibida fenomenal. Con tres sillones bajo una carpa, unos cincuenta o más pacientes nos esperan cantando. Micrófono en mano nos dan la bienvenida y Markus tiene el trabajo de contar un poco sobre nuestro viaje. Somos tratados como reyes, nos invitan a almorzar y tratan de ud. No nos lo merecemos!. Ajaja
                El próximo día recorremos las instalaciones. Locos desnudos vienen y nos saludan, otros miran a lo lejos, vaya a saber que pensaran... Todo es muy básico, pero seguro es mejor que estar encadenado a un palo. Es interesante que la mayoría del personal son enfermos recuperados.
                Por la tarde hay una conferencia de prensa donde cuentan sobre el trabajo que esta haciendo el hospital, hablan enfermos y Markus habló nuevamente del viaje, con la asistencia de la prensa local y todo.
                Nuestro minuto de fama no terminaría allí. Tirados, charlando con Jon, se nos acercó un marfileño que hablaba perfecto español. Es un profesor de la universidad local y nos quería invitar a participar de su conferencia sobre las oportunidades que brinda el estudiar español. Obviamente aceptamos y pospusimos un día nuestra salida de la ciudad.
                Las instalaciones de la universidad están a estrenar. En un aula con forma de anfiteatro, nos sentaron a los costados del profesor, en la mesa de disertantes, frente a unos cuarenta estudiantes. No teníamos mucho para decir, no somos especialistas en el tema, pero para ellos era muy interesante tener dos personas cuya lengua materna es el español. Respondimos algunas preguntas y contamos algunas cositas de nuestro viaje que siempre despierta mucho interés. Hubo canto y hasta una representación teatral, todo en español. Al finalizar, nos sacamos fotos con casi todos los estudiantes y salimos a almorzar con los profesores.
                Así terminaba nuestra estadía en esta ciudad. Nos despedimos de Jon, que tenía vuelo desde Abidjan y partimos rumbo a la frontera.

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                Ahora en Ghana disfruto de mis últimos días en África. Se vienen las lluvias, el cansancio y desgaste de pedalear en estas tierras y un pasaporte que ya no me deja moverme sin renovarlo me obligaron a cambiar el rumbo.
                Fueron cinco meses en este continente y muchas las enseñanzas. En un revés a mi ignorancia, a los que hace un tiempo eran un rejunte de países pobres y peligrosos los llene de anécdotas, paisajes, color y olores.
                Fui paseando todas mis libertades frente a personas que están atrapadas en un circulo de donde muy pocos salen. No recibí hostilidad, no recibí bronca, solo una clase de humanidad, miles de sonrisas y una mano cada vez que la necesité. Esto también es África.

                Ahora vuelo a Roma, donde me junto con un loco amigo italiano. No hay itinerario claro, solo sabemos que vamos a pedalear mirando el sol naciente, hasta llegar a la India. Las aventuras están aseguradas.



Nota: Las fotos son de Jon y Markus.  Mi camara waterproof murió... al sumergirla...


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