Hace 500 años
atrás, contemplando este mismo mar, miles de esclavos amontonados y en
condiciones inhumanas esperaban en cuevas la llegada de un barco que los
llevaría al nuevo mundo. Fue la costa de
Ghana una de las primeras en ver salir estos hombres cuyo futuro lo decidían
otros semejantes que se creían una raza superior.
Paradójicamente hoy, pisando
esa misma arena, mirando ese mismo sol, escribo las páginas de mi vida donde,
en un canto a la libertad, cada mañana tomo las riendas y reinvento mi destino,
me paro en la cornisa, para sentir la adrenalina de no saber que hay mas allá.
Es un gran desafío para mi este
cuarto mail. No quiero aburrirlos con historias repetidas, no quiero
empacharlos con sensaciones ya descriptas anteriormente, solo quiero que se
suban un rato a mi bicicleta. Tomen fuerte el manubrio, esto es África:
Diamantes de Sangre
Diez años pasaron desde que la
feroz guerra civil terminó en Sierra Leona, conocida mundialmente por la película
que protagonizara Di Caprio (Diamantes de Sangre). Rebeldes, mercenarios y ejércitos
peleando por el control del país (y la producción del bello cristal
obviamente). La vuelta a la democracia es un largo proceso por el que muchos de
los países que visité están transitando. En su mayoría siguen siendo
tremendamente frágiles y tiemblan en tiempos de elecciones, que,
afortunadamente en el caso de Sierra Leona, fueron el año pasado y la paz fue
la que dominó la escena.
Es curioso que lo primero que
uno se encuentra al entrar en este pequeño país es con un gran cartel de
preservativos femeninos. Tal vez con la idea de marcar distancia con sus
vecinos del norte, donde todas las campañas contra el SIDA hacían foco en
fidelidad y abstinencia.
La primera noche fue en un pequeño
poblado a kms de la frontera. Luego de tener la aceptación del 'Chief' de la
aldea, su hijo, un profesor de escuela,
nos invitó a quedarnos en su casa. Nos comentó que estaba construyendo unas
habitaciones detrás de su actual casa, para lo cual tenía treinta alumnos de
entre ocho y doce años trabajando, trayéndole agua del río para la fabricación
de ladrillos de barro. Fue la primera vez que entendí como en esta cultura se
podía dar un fenómeno como los ejércitos de niños. Con una obediencia debida a
los gritos, los chicos iban y venían hasta el río que estaba a unos cuantos
metros, cargando pesados baldes en la cabeza. Por suerte el día terminó con
todos dándonos un buen chapuzón en el agua!.
El siguiente día llegamos a
Freetown, la capital. Bañada por el océano Atlántico, emerge sobre una montañosa
y verde península. Las casas trepan hasta grandes altitudes, formando un gran
anfiteatro con hermosas vistas al mar. Lo primero que me llamó mucho la
atención fueron los muros con sus alambres de púa. Decoran prácticamente todos
edificios y transmiten una sensación de alerta, de gran inseguridad. Tal vez
son solo esqueletos de un pasado violento, pero siguen allí, fríos, marcando
los límites, como si se estuviera en un gran campo de concentración. Otra
particularidad es que con sus millones de habitantes y todo, por la noche
Freetown es tan oscura como cualquier aldea, producto también de la guerra y el
colapso del sistema eléctrico.
Las ONG´s y la ONU son grandes
actores en la ciudad. Los primeros son los que forman la comunidad de los
'expats' (expatriados). Blancos que se mueven en 4x4, tienen supermercados con
aire acondicionado lleno de productos importados, restaurantes y bares
exclusivos. Por otro lado los cascos azules se pasean con ametralladoras y
jeeps de guerra, dándole el toque bélico a la postal (Sierra Leona albergó
durante la guerra la más grande misión de la ONU en su historia).
Después de unos días haciendo
visas para los próximos países nos escapamos a las playas de la península, de
las mejores de África y para mi particularmente, de las mejores que he
visitado. La primera parada fue en River N°2, un pequeño pueblito pesquero en
la desembocadura del río en el mar. Armamos las carpas bajo unos huts de hojas
de palmera, a menos de diez metros del agua, sobre la arena blanca. De fondo
las montañas cubiertas de jungla, adelante el océano verde, infinito. No se le
puede pedir mucho más a la vida.
En esta playa conocimos al
tercer mosquetero. Jon es del país vasco (no se te ocurra decir español),
navegó en un velero hasta Dakar y después siguió en bicicleta. Estos días
estaba con un poco de fiebre, dos semanas después, en Liberia, le
diagnosticarían Malaria... aún así pedaleó como un campeón.
El último día en River N°2
esperamos la llegada de los pescadores por la mañana, compramos dos ejemplares
bien frescos y se los dimos a una de las señoras del pueblo para que lo cocine.
Con una salsa típica de maní y mucho arroz, mi paladar se deleitó con el mejor
plato que he comido en estos meses.
La siguiente parada fue en Bureh
Beach, a unos pocos kms de la playa anterior y aún más paradisiaca. Es difícil
encontrar en el mundo un lugar como este sin explotar turísticamente, tuvimos
la suerte de disfrutarlo antes de que el inevitable boom hotelero llegue.
Inglaterra, al igual que
Francia, mantiene sus ex-colonias vigiladas bien de cerca, hay mucho negocio
por hacer, intereses por conservar. El fin de semana soldados y empleados de compañías
inglesas (principalmente mineras) radicados en Freetown se juntan en la playa.
Mostrando toda su opulencia y poder de consumo occidental, toman alcohol hasta
no poder moverse, gritan y ríen, rodeados de mujeres negras que por unos leones
(moneda local) ofrecen su compañía. Me da un poco de vergüenza, pero también
satisfacción de no sentirme parte.
Los próximos días de pedaleo nos
alejamos del mar, dirección sudeste, camino a Liberia. Fue uno de esos días
que, luego de tres meses ininterrumpidos de sol, finalmente llovió. Era ya la
tarde, las nubes comenzaron a cubrir el cielo. Para mi era un espectáculo, como
si de repente se cambiara el color de tu departamento, mi cielo raso estos
meses no fue otro que el cielo y hoy, por primera vez en mucho tiempo, no
estaba azul. Mientras las nubes oscuras se acercaban el frio viento que anuncia
tormenta empezaba a soplar. Empezamos a buscar un lugar donde parar. Ya habíamos
hecho más de cien kms, se venía el agua y era el cumpleaños de Jon, había que
festejar! No alcanzamos a abrir las Star (cerveza local) que empezó a gotear.
Bajo la lluvia brindamos, por Jon, por la vida y por la refrescante lluvia que
nos regalaba.
A medida que nos acercamos a la
frontera el camino se hacía más y más difícil. Barro rojo, charcos que
parecen lagunas, pozos, subidas y bajadas, todo en medio de una densa y hermosa
jungla. Pasamos por una reserva llamada Tiwai Island, una isla que tiene una de
las mayores concentraciones de monos por km cuadrado del mundo.
Finalmente y con mucho esfuerzo
llegamos a Liberia. En Monrovia (la capital) tuvimos la oportunidad de ver
Diamantes de Sangre. Fue increíble poder sentir y entender tanto más de la película
de lo que comprendí hace siete años, la primera vez que la vi. Ya no era una película
más de Hollywood sobre un loco país africano. Los paisajes y la gente me
resultaban cercanos ahora, el conflicto que trata la película también. Aún así,
entendiendo el contexto, me resulta incomprensible como el hombre puede llegar
a semejante niveles de violencia y crueldad como los que vivió Sierra Leona en
aquellos años.
La Tierra de la Libertad
Liberia es uno de los pocos,
sino el único país africano jamás colonizado. Su origen se remonta a los años
en que la esclavitud se abolía en el norte de los Estados Unidos. Había que
hacer algo con los nuevos esclavos
libres. 'Mandémoslos de vuelta' habrá dicho algún consejero de Lincoln. Así
llegaron miles de personas a la costa de lo que hoy es Liberia. Lo particular
de la historia es que estos nuevos hombres libres que volvían al continente de
sus ancestros no tuvieron mejor idea que oprimir y esclavizar a los pueblos
originarios que ya habitaban estas tierras. Se daba así origen a un conflicto
que terminó, al menos en su forma bélica, hace unos pocos años, luego de una
terrible y prolongada guerra civil.
El recorrer un país que lucha
por darle un sentido a la existencia de un estado es realmente interesante. El
ejemplo más claro y directo esta en la calle, con una cartelería que busca
educar cívicamente a los liberianos. 'Votos en lugar de armas' dice el repetido
cartel que muestra urnas y escopetas. 'El policía es tu amigo', 'La Guerra
terminó', 'Paga tus impuestos' o 'Tus impuestos trabajando'. Todos dan una idea
de un trabajo de reconstrucción del Estado. Esta difícil tarea la tiene un
gobierno que ganó unas elecciones bañadas de sangre y que voto solo el 30% del
padrón.
Al igual, o aún peor, que en
Sierra Leona, los muros, alambres de púa, NGOs
y los cuarteles de la ONU son los que dominan la escena, especialmente
en Monrovia.
Las marcas de la guerra se ven
en todos lados, un sistema eléctrico inexistente, rutas y edificios destruidos.
Este es el caso del gran Hotel África, hoy solo un elefante de cemento
completamente en ruinas, ayer, el lugar que albergaba pudientes visitantes de
un país que era rico pero para algunos pocos. Uno puede entrar, pasearse por lo
que era el lobby, la pileta, como si se estuviera dentro del Titanic. La guerra
se encargó de saquearlo y dejar en penumbras lo que antes brillaba. Justo en
frente, y para hacerte sentir un poquito más en carne propia lo que se respira
en la guerra, un cuartel de la ONU con torres, bolsas de arena y pakistaníes
cargando armas de largo alcance terminan de decorar el paisaje.
En el plano económico la
historia es repetida. Como escribí en mi último mail, en tierras que deben ser
las más fértiles del planeta se produce solo para comer (salvo unas grandes
plantaciones de caucho de Firestone). En este sentido me encontré con un
programa del gobierno con unos afiches por demás ilustrativos. 'Farming for
Business' dice el lema. En el cartel se ven dos imágenes, un señor que sembró
la tierra en abundancia y pensando en hacer negocios, por lo que está con una
sonrisa, bien vestido y con empleados que cargan el camión de mercadería. El
segundo solo produjo para subsistir y la imagen lo muestra sirviéndole comida
de una cacerola a sus hijos, con las ropas gastadas, más parecido a lo que se
ve en la calle. El primero es un capitalista, el segundo sigue haciendo lo que
se hizo siempre en África.
Algunas de las aventuras
recorriendo este país.. mas abajo.
Habemus Papa
Robertsport era la primera
parada en Liberia. Para llegar tuvimos que tomarnos unas pequeñas canoas
artesanales, cargando todo en ellas para pasar un lago que justo aquí se
conecta con el mar. En el pueblo desembarcamos frente a unas oficinas del
Ministerio de Agricultura. Nos miraban con asombro, tres blancos bajándose de
dos canoas cargadas de bicicletas y bolsos. Nos presentamos con las personas
que allí estaban y de paso les pedimos si podíamos tirar las carpas. 'Yo soy
Jon de España' dice el vasco en ingles mordiéndose la lengua, 'Markus de
Alemania' y 'Pablo de Argentina' digo, esperando el clásico 'Ahhhhhh Lionellll
Messsssii' , pero no. 'El país del nuevo Papa' me dicen. ' Nuevo Papa?'
pregunto, ' Sí, sí, el nuevo Papa es de tu país'. Y Messi descansó en paz, al menos por un día.
Elige tu propia aventura
Todavía no abrís los ojos, pero
ya sabes que es de día. Escuchas un gallo que hace ya un rato interrumpe tu sueño,
seguido de los cierres de una carpa. Es tu amigo alemán Markus, que, como
siempre, se levanta antes que vos. El dormir sin cubre-lluvias te permitió
disfrutar de las pocas brisas que ofrece la noche africana y del más
espectacular cielo, pero por las mañanas no hay nada que detenga los primeros
rayos del sol.
Entre tanta luz y ruido te
terminas de despertar. Miras el velocímetro, son las 6:30, arriba. Enrollas el
aislante azul, el que cargas desde los campamentos del secundario, no entendés
como sobrevivió ni como podes dormir diez horas en algo que nada se diferencia
del suelo, será que los colchones son un invento de hace unos pocos años, pensás, mientras terminas de
guardarlo.
Te empezás a vestir para otro día de pedaleo en el oeste
africano. Estás a dos días de la frontera entre Liberia y Costa de Marfil. Agarras
tu remera de lana, esa que te protege del sol, ya tiene sus marcas, son casi
siete meses de uso diario. Te acordás del poema que la acompañaba cuando te la
regalo tu viejo, hablaba de una armadura, vaya si lo es, también te regalaba su
complicidad.
Un chino en boxers interrumpe tu
flashback. 'Good Mourning' te dice en un ingles muy rustico. Respondes con una
sonrisa. Es uno de los cuatro chinos de la FAO que te dejaron armar la carpa al
lado de su casa. Están aquí para enseñar a los locales a producir alimentos.
Desarmas todo casi de memoria.
Sabes que el cepillo de dientes va último y que la bolsa de dormir va en la
misma alforja que las zapatillas. Cualquier cambio significa que ya nada entra.
Cargar todo lo que necesitas para vivir en tres bolsos tiene cierta ciencia en
el armado.
Mientras preparas la bici hablas
con Markus. Hoy es un día relativamente tranquilo, solo 90 kms de asfalto, que
en África significa 30% asfalto, 40% asfalto con cráteres y 30% directamente
tierra.
Foto con los amigos asiáticos,
cargas tres litros de agua hervida que te regalan y a la ruta. Vas hasta el
pueblo a tres kilómetros a desayunar algo. Encontrar té o café no es siempre fácil.
En este caso solo hay 'Atay' (té verde muy fuerte) con mucha azúcar. Le agregas
unas bananas y tenés un perfecto desayuno. A pedalear.
Hace calor, la ruta es un sube y
baja constante y la humedad de la jungla se siente. Los músculos todavía duelen
del día anterior y tardas un rato en entrar en ritmo de nuevo. Pasan dos horas
y estas necesitando un parate. Hay un techito de paja y debajo venden frutas
tropicales. Sentados bajo la sombra, vos y tu amigo se comen una enorme ananá
por menos de un euro.
De nuevo en la ruta sos una
celebridad. Como la reina de la primavera vas regalando sonrisas y saludos a tu
paso. Los gritos vienen de todos lados, ya estas un poco cansado de ser el
centro de atención pero lo aceptas como parte del combo que compraste.
Enchufas el mp3 que te regalaron
tus amigos del trabajo antes que emprendieras esta aventura. Suena Pink Floyd
con 'The great Gig in the Sky'. Con el cielo azul de fondo, vas pasando por
aldeas rodeadas de plantas de banana y mangos que cuelgan como adornos de
navidad. El contexto y la canción hacen que te pierdas en tu cabeza. Pensás en el milagro que estés
ahí en ese momento. Todas las cosas que ocurrieron y las que no. Estarías allí
si esa mañana, que volviste a recordar lo hermoso que era pedalear, tu amigo
Carlitos no te decía 'Anda a darte una vuelta en mi bici que tengo que leer
para la facu'? . Te vas mas lejos, estarías allí si esa tarde bonaerense aquel
joven estudiante de agronomía no hubiera tenido el coraje de ir a hablar con su
compañera que tanto le gustaba (que después sería tu madre)?. Y más aún, menos
mal que el tatarabuelo zafó de la peste esos años difíciles en Italia pensás... uffff.. ' Somos los
boletos ganadores de la lotería' dice Jostein Gaarder... que loco.. ser consciente
un ratito de ello te roba una gran sonrisa, como si nada pudiera ser mejor.
La subida se hace larga y te
corta la inspiración. No podes parar de transpirar, el termómetro marca 39°.
Tomás un poco más de agua y a seguir empujando.
Llegas a un pueblo después de
unos 60 kms. Son las dos de la tarde y
hay hambre. Después de unos quince minutos preguntando donde se puede comer
encuentran una 'mama áfrica' que tiene arroz con salsa de hojas de mandioca. Es
lo que venís comiendo hace dos meses pero siempre lo encontrás exquisito. Sos un
paladar fácil después de pedalear tantas horas. Te sentás en un banquito en la calle y te deleitas con
tu almuerzo. No pasan cinco minutos que tenés diez personas alrededor, algunos
solo te miran, otros te preguntan cual es tu misión en Liberia. Acá no hay
turistas. El primer murmullo general es
cuando les decís que venís pedaleando desde la capital, cuando contás la historia completa es
aún peor. Hablan entre ellos mientras terminas tu arroz, sabes que hablan de
vos sin entender que dicen, pero ya estas acostumbrado.
Arriba de las bicis nuevamente.
Te despedís de los curiosos y cargas agua en el pozo del pueblo, ya te tomaste
toda el agua que tenías. Faltan los últimos 30kms, último tirón.
La tarde se hace larga y si bien
el sol empieza a aflojar la cabeza ya quiere llegar. El mp3 se descargó por lo
que, aburrido, empezás a cantar. Es tu mejor reproductor musical, de repertorio infinito y batería
inagotable. Esto despierta sonrisas en los locales que probablemente ahora
piensan que todos los blancos cantan así.
En la ultima ciudad te comes un
pescado cocinado a las brasas en un chulengo y salís a buscar un lugar donde
armar campamento antes que oscurezca. La ciudad no es muy amigable y deciden
probar en las afueras. En las primeras casas no tenes suerte, ni siquiera
entienden lo que querés. Siguen unos kms y de nuevo. Esta vez hay que hablar
con el 'Chief' (sería como el cacique o jefe). La ceremonia es siempre la misma
y ya la conocen de memoria: Primero se visita la casa del 'Chief', que
obviamente no está. Sillas o banquitos para los aventureros y te ofrecen agua
para tomar. De a poco la aldea te rodea, todos te miran, sonríen, algunos bebes
lloran. Después de unos minutos llega el ´Chief`'. Es viejo y no habla ingles.
Uno de los más jóvenes hace de traductor. Vos y tu amigo se presentan, cuentan
que hacen allí con unas veinte personas de espectadores. El Chief escucha
atento la traducción y luego de unos minutos de deliberación acepta.' Pueden
instalarse donde quieran'. Ahora empieza la segunda parte del show. Buscas un
lugar para acampar, siempre rodeado de una docena de curiosos. Sacas la carpa y
aparece aún más gente. Una vez todo armado te ofrecen un balde de agua.. es la
gloria misma después de un día de tanta transpiración. Markus va primero. Unos
diez minutos después te toca a vos. Desnudo en cuclillas te tiras agua fría en
el cuerpo. Increíblemente solo medio balde te es suficiente para bañarte.
Cuanto derroche requiere nuestro confort... pensás mientras terminas de secarte. Fresco te pones
tu remera y pantalón más limpios (limpieza relativa, más limpio que la ropa que
usas para pedalear pero lejos de los estándares de lo que se entendía por
limpio en tu vida normal).
Entre una cosa y la otra se
hicieron las ocho de la noche. Todavía queda gente mirando las carpas, pero la
mayoría ya se fue. Estás cansado. Tomás la pastilla para la malaria, te lavas
los dientes y te tiras en la carpa. Hace mucho calor. Apoyas la cabeza en tu
'almohada' (funda de bolsa de dormir rellena de ropa) pero no logras dormirte.
Pensás en que
lindo sería que tu familia y amigos vivieran en carne propia lo que es el día a
día de esta aventura africana. . Bajo la luz de la linterna, sacas cuaderno y
lapicera y te pones a escribir lo que
pasó hoy.
Voy a contar lo que fueron los
días más difíciles en el África sub-sahariana. No me enorgullece, pero lo
volvería a hacer, pues no me tenía mucha opción.
La historia comienza en Sierra
Leona. Nos llega el rumor de que la frontera entre Liberia y Costa de Marfil
estaba cerrada, lo cual implicaba un cambio de planes en el itinerario.
Googleamos y efectivamente un problema con rebeldes había llevado a Liberia a
cerrar las fronteras en Octubre 2012. Preguntamos en la embajada de Liberia
antes de hacer las visas y listo, pensamos.
Una vez en la embajada nos dicen
que las fronteras estaban abiertas, que no pasaba nada y se podía cruzar a
Costa de Marfil sin problemas. Hicimos las visas, el plan original Sierra
Leona-Liberia-Costa de Marfil seguía en pie.
Con los días nos olvidamos del
problema. En Monrovia (Liberia) hicimos las visas para Costa de Marfil sin
sobresaltos y nadie mencionó nada sobre las fronteras.
Después de pedalear una semana,
los últimos dos días por caminos de tierra y piedra en terrible estado, subidas
y bajadas tan empinadas que por momentos obligaban a empujar la bici a pie, llegamos
al cruce de frontera. 'Esta frontera está cerrada y no hay forma de que pasen'
nos dice de muy mala manera un oficial de inmigraciones desde su camioneta. 'No
pierdan el tiempo por que no van a pasar' siguió. La bandera de Costa de Marfil
flameaba a 50 metros de donde estábamos parados.
Sentados al lado del edificio de
inmigraciones, cansados, empapados por la transpiración, no sabíamos que hacer.
Jon y Markus tenían visas validas para entrar a Guinea, por lo que solo habían
hecho unos días de pedaleo gratis pero podían subir hasta el país vecino para
luego entrar desde allí a Costa de Marfil. Quien les escribe no solo ya había
usado su visa de entrada única a Guinea, sino que no tenía más hojas en el
pasaporte en caso que pudiera hacer otra.
Que hacemos? Treinta minutos
sentados sin hablar. Yo mordía bronca y nervios, esperaba darle lastima a algún
oficial para que nos deje pasar... Nada pasó... Ya no tenía más ganas de
pedalear, menos por las rutas que veníamos transitando. Volver hasta la capital
para probar suerte en la embajada de Guinea y que me pusieran una visa en una
de las tapas era al menos una semana y de resultado incierto. Otra opción era
entrar ilegalmente a Guinea. Yo era el único con problemas y la frontera estaba
a un día de pedaleo. Decidimos probar esto último.
Los caminos de tierra estaban en
tan mal estado que en toda una mañana transpirando alcanzábamos los 30 kms, A
eso de las tres de la tarde llegamos a la frontera, yo era una bola de nervios.
Que hacemos con los oficiales de
Liberia? Les explicamos el problema o nos hacemos los tontos? Si me sellaban la
salida de Liberia pero después no podía entrar en Guinea me quedaba a vivir en
tierra de nadie. Expliquémosle dijimos, seguro nos entienden. Inocentes.
Apenas les comentamos un poco
cual era el problema que teníamos, el oficial a cargo nos llevo a un cuartito.
No sonríe, la cara es la del típico malo de telenovela. Se sienta, otro oficial
de uniforme lo sigue, cierra la puerta y se le sienta al lado. 'Dame USD 150 y
te escolto hasta la frontera de Guinea'. La cagamos pensé, la cagamos mal,
vieron el negocio al instante, que inocentes!... Ahora no solo había que
sobornar al oficial de Guinea para pasar sino que también los de Liberia
querían plata.
Después de discutir un rato la estrategia (y por suerte los
chicos tenían teléfonos!) decidimos que Jon iba a ir hasta Guinea, el podía
entrar sin problemas. Desde allí nos iba a averiguar si podíamos pasar con mi
pasaporte sin visa y de acuerdo a lo que le digan seguimos.
Fueron quince, veinte minutos
donde yo no tenía más uñas para morder... el teléfono suena.. no escucho bien
pero entiendo que Jon me dice 'No les pagues, acá lo arreglamos', 'No se bien
el precio pero acá lo arreglamos'. Al rato me llama de nuevo 'Por unos USD 80
pasas acá sin problemas'. Osea que nuestro amigo de Liberia nos remarcaba un
100% solo para dejarnos salir.
Ahora venía lo más difícil, me
tenía que sentar con el oficial cara de malo, explicarle de alguna forma que no
le iba a pagar su coima pero que iba a pasar igual. Se me ocurrió decirle
que había una extensión de mi visa posible en la frontera. Nuevamente en el
cuartito la guerra empezó. 'Me acaba de llamar mi amigo, me dijo que puedo
hacer una extensión en la frontera, asique solo necesito que me sellen la
salida'. Ellos saben que esa extensión no existe, pero no pueden hacer nada.
Con tremenda cara de enojo y un negocio que se le empieza a escapar me dice: '
Yo no te puedo dejar salir sin visa, si querés salir tenés que pagar'. Luego de
diez minutos discutiendo, pidiéndole por favor que haga su trabajo y selle, el hombre aceptó la derrota. Mis nervios estaban por las nubes.
Agarramos las bicis, bajaron las cadenas y salimos de Liberia... que alivio fue
cruzar... me sentía rehén del oficial de turno.
Después de unos kilómetros donde
yo era pura adrenalina llegamos a Guinea. Jon nos esperaba sentadito. De nuevo
oficina, esta vez con el jefe de Policía. 'Son 500.000 Guinea Francs'. Le
pagamos. Este por lo menos era simpático. 'Tienen que ir directo a la frontera
de Costa de Marfil, no anden dando vueltas por ahí'. Ya estaba oscuro, así que
decidimos pasar la noche en la escuela del pueblito fronterizo y la mañana siguiente
salir.
En esta región Liberia, Costa de
Marfil y Guinea tienen una triple frontera, marcada por el Mt. Nimba. Nosotros
le estábamos dando toda la vuelta. La siguiente mañana de pedaleo fue en un
escenario increíble. Con el Nimba a la derecha vigilando, una carretera angosta
de ripio rojo que se paseaba por aldeas bien tradicionales. Una mañana perfecta
para estar arriba de la bici.
El estar 'flojo de papeles' no
me dejaba la cabeza tranquila. Cualquier check point militar o policial podía
volverse un gran problema, yo estaba sin sello de entrada al país ni visa.
Finalmente, y con fortuna,
llegamos hasta la frontera de Costa de Marfil sin sobresaltos. Había que pasar
solo el último obstáculo, el sello de salida. Pusimos mi pasaporte último para
que el chequeo llegue menos riguroso. El oficial de Guinea es bastante charlatán,
Jon habla francés y lo mantiene distraído. Sella rápidamente los tres pasaportes
con la salida. 'Ya está' pensé... pero no. Los toma de nuevo, el mío primero, y
empieza a revisar hoja por hoja... que busca? Me preguntaba mientras se me
paraba el corazón. Le empecé a hacer señas a Jon para que le siga hablando,
pero Jon ya no sabía que tema sacarle. 'Busca el numero de pasaporte?' Le
pregunta Jon después de unos segundos que se hacían eternos, 'está acá' mostrándole
la primer pagina. Parece que efectivamente era lo que buscaba, anotó en su
libro de salidas y lo dejó a un costado.
Lo mismo con los otros dos y 'Bon Voyage'...el alivio fue inexplicable. Rápidamente
cruzamos la frontera. Una vez en Costa de Marfil, todo en regla nuevamente.
Esa tarde, cuando me relajé,
levanté fiebre. Pensamos que podía ser malaria. Ahora con el tiempo entiendo
que no, era mi cuerpo haciéndome saber que África me había llevado al límite físico
y psicológico.
Infinita Estupidez
'Hay dos
cosas que son infinitas, el universo y la estupidez, pero no estoy tan seguro
de la primera' A. Einstein
Basilica de
Yamoussoukro
Muchos nos
enteramos que existía un país que se llamaba Costa de Marfil cuando apareció en
el grupo de Argentina en el mundial de Alemania 2006. Su historia no es muy
diferente al resto y está marcada por la guerra. El norte, pobre, formado por
inmigrantes de países islámicos se pelea con el sur, rico y católico. En este
contexto, un presidente quiso marcar terreno. Decidió que su ciudad natal tenía
que ser la capital, la llenó de avenidas de seis carriles y construyó una basílica
apenas más chica que la del Vaticano ( a pedido del Papa). En un país donde las
necesidades abundan, caminar por Yamoussoukro es una invitación a vivir la
estupidez humana. (Eviten comparaciones con Santa Cruz)
Días de Locos
El centro de los rebeldes (el
bando del norte) durante la guerra civil fue la ciudad de Bouake. Fue también
en esta ciudad donde nos tocó vivir una experiencias muy lindas, en unos días
de locos!.
Markus venía juntando donaciones
en su blog para un hospital psiquiátrico, donde atienden enfermos de todo el
país. Debido a las tradiciones y creencias en las aldeas, los esquizofrénicos
reciben un trato terrible, que incluye encadenaciones, golpes y hasta expulsión
de las aldeas. El hospital St. Camille los recibe y brinda tratamiento casi
gratuito.
Bouake es una ciudad que no
tiene mucho atractivo más que edificios destruidos por bombas. Fuimos hasta
allí solo para visitar el hospital. Sorprendidos, al llegar, tenemos una
recibida fenomenal. Con tres sillones bajo una carpa, unos cincuenta o más
pacientes nos esperan cantando. Micrófono en mano nos dan la bienvenida y
Markus tiene el trabajo de contar un poco sobre nuestro viaje. Somos tratados
como reyes, nos invitan a almorzar y tratan de ud. No nos lo merecemos!. Ajaja
El próximo día recorremos las
instalaciones. Locos desnudos vienen y nos saludan, otros miran a lo lejos,
vaya a saber que pensaran... Todo es muy básico, pero seguro es mejor que estar
encadenado a un palo. Es interesante que la mayoría del personal son enfermos
recuperados.
Por la tarde hay una conferencia
de prensa donde cuentan sobre el trabajo que esta haciendo el hospital, hablan
enfermos y Markus habló nuevamente del viaje, con la asistencia de la prensa
local y todo.
Nuestro minuto de fama no
terminaría allí. Tirados, charlando con Jon, se nos acercó un marfileño que
hablaba perfecto español. Es un profesor de la universidad local y nos quería
invitar a participar de su conferencia sobre las oportunidades que brinda el
estudiar español. Obviamente aceptamos y pospusimos un día nuestra salida de la
ciudad.
Las instalaciones de la
universidad están a estrenar. En un aula con forma de anfiteatro, nos sentaron
a los costados del profesor, en la mesa de disertantes, frente a unos cuarenta
estudiantes. No teníamos mucho para decir, no somos especialistas en el tema,
pero para ellos era muy interesante tener dos personas cuya lengua materna es
el español. Respondimos algunas preguntas y contamos algunas cositas de nuestro
viaje que siempre despierta mucho interés. Hubo canto y hasta una
representación teatral, todo en español. Al finalizar, nos sacamos fotos con
casi todos los estudiantes y salimos a almorzar con los profesores.
Así terminaba nuestra estadía en
esta ciudad. Nos despedimos de Jon, que tenía vuelo desde Abidjan y partimos
rumbo a la frontera.
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Ahora en Ghana disfruto de mis últimos
días en África. Se vienen las lluvias, el cansancio y desgaste de pedalear en
estas tierras y un pasaporte que ya no me deja moverme sin renovarlo me
obligaron a cambiar el rumbo.
Fueron
cinco meses en este continente y muchas las enseñanzas. En un revés a mi
ignorancia, a los que hace un tiempo eran un rejunte de países pobres y
peligrosos los llene de anécdotas, paisajes, color y olores.
Fui paseando todas mis
libertades frente a personas que están atrapadas en un circulo de donde muy
pocos salen. No recibí hostilidad, no recibí bronca, solo una clase de
humanidad, miles de sonrisas y una mano cada vez que la necesité. Esto también
es África.
Ahora vuelo a Roma, donde me
junto con un loco amigo italiano. No hay itinerario claro, solo sabemos que
vamos a pedalear mirando el sol naciente, hasta llegar a la India. Las
aventuras están aseguradas.
Nota: Las fotos son de Jon y Markus. Mi camara waterproof murió... al sumergirla...